Friday, December 17, 2010

que bonita es la nieve... pero se vuelve hielo...

Hay muchas cosas que no es prudente hacer al chilazo y la primera que se me viene a la cabeza es irse a esquiar. Bueno a “esnoubordear” que es lo mismo pero no es igual. Pero como buenos mexicanos ahí vamos los Tres Amigos Seattlitas a averiguar cómo se hace. En realidad no era la primera vez que lo intentaba, hace 3 años que fui con Garciel, Carlitos y GG a esquiar a Stevens Pass. Como Garciel ya sabía me impartió su conocimiento con dos simples instrucciones: “Mira carnal, si quieres ir a la izquierda sacas el chile y para darle a la derecha sacas las nalgas.” Sobra decir que las instrucciones fueron un poco escuetas y no sirvieron para tanto. Es más, para lo único que sirvieron fue para que me salieran moretones en lo que tenía que sacar para ir a la izquierda y de lo de la derecha mejor ni hablo porque jamás pude dar vuelta en esa dirección.
No conforme con la experiencia previa y con mucho ánimo decidimos emprender camino a la montaña por primera vez en al menos 2 años. Con anticipación saqué mis ropitas y las puse sobre la mesa, estaba listo para la aventura. A la mañana siguiente pasaron Carlitos y San por mí y nos fuimos manejando rumbo a Snoqualmie Pass. A las 10:00 de la mañana ya estábamos listos y subiéndonos a las sillitas que te llevan hasta arriba. Bajarse de esas cosas es realmente un problema y digamos que no lo conseguí hacer bien ni una sola vez. Tanto me caí que uno de los cuates que trabajan ahí me pidió que si podía de favor no caerme porque quitaba mucha nieve y tenían que volverla a palear. ¡Pues enséñame que no lo hago a propósito!  Le debí de haber dicho pero como me dio pena nada más le dije que era sin querer.
 Una vez establecidos hasta arriba de la pendiente empecé a recordar las instrucciones de Garciel y con un sensual cadereo comencé a bajar por la montaña. Suelo. Esto a Carlitos le trajo muchos recuerdos de nuestro viaje anterior. En Stevens había una sección donde siempre me quedaba sin vuelo y entonces, lleno de determinación y con una llama en los ojos, decidí no frenar. Suelo. Después de incorporarme lo único que escuche fue una estruendosa risa como de cacatúa proveniente de Carlitos que bien podría haber causado una avalancha.
Así fueron pasando las horas, Carlitos desapareció y se fue a pendientes más avanzadas. A San le dieron una lección privada con tintes Ibéricos y yo… suelo. Lo peor del caso es que me acompañaba el Abejorro, a quien nos encontramos en la montaña, y cada que me caí tenía el detallazo de echarme nieve al frenar con los esquís. Tantas veces me caí que la nieve que tenía en la cara terminó por formar una máscara de hielo que me arrancó la piel. Después de varias horas de tratar de esquiar y yo solo dando vuelta a la izquierda decidimos terminar nuestra aventura. Llegué a mi casa lleno de moretones pero de muy buen humor. Me di cuenta que nunca voy a poder dar vuelta a la izquierda y no es por falta de habilidad. Es simplemente porque sacándolas fue como las perdió el Diablo y yo a eso no le hago.

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